Soy una chica normal y corriente a la que la vida le ha sentado de un empujón inesperado. Muy a mi pesar, pues yo quería seguir andando, corriendo, produciendo... contribuyendo al sin sentido de la sociedad enferma.
Me pegaron una bofetada desde los altos mundos celestiales para que parara, para que me centrara de una vez y... ¡vaya si me centré! Se produjo entonces una sensación amarga dentro de mí que me incomodaba profundamente. Estaba atrapada, paralizada, desencantada y tremendamente triste.
Me mandaron desde arriba una armadura de oro y una espada afilada, y me flipé en colores pensando que era una guerrera y debía salvar al mundo.
El mundo, en realidad, para cuando empecé a escribir, me daba exactamente igual. Lo que me obsesionaba era que la oscuridad me había robado a mi chocolatito, ¡y eso no lo iba a permitir! Comencé a luchar, comencé a escribir... Solo quería recuperar al amor de mi vida. Solo quería que aquella pesadilla terminara y que Aquiles se diera cuenta de todo.
"¡Despierta mi amor!" -le gritaba una y otra vez. Pero él seguía en estado de letargo, inconsciente, atrapado en el mundo material. "¡Despierta Aquiles! ¡te amo!" -le exclamaba constantemente en cada una de las palabras que escribía para él, pero de nada servía. No captaba mis mensajes, y si lo hacía, no realizaba ningún movimiento a nuestro favor.
Se produjo entonces un silencio penetrante en mi interior. Había perdido lo que hacía vibrar mi corazón, aquello que generaba en mí una pasión genuina y desbordante, que jamás antes había experimentado. Ahora... ya no tenía nada que perder. Ahora yo tampoco tendría piedad con los despiadados. Me había unido sin saber a un bando que desprendía luz y estaba en primera línea de combate. Quitarme a mi chocolatito era la gota que colmaba mi vaso. Me había transformado en una loca guerrera en medio del escenario de esta obra de teatro llamada vida, pidiendo justicia por mi y por todos mis compañeros. Lo que nadie sabía, es que me había estado entrenando durante toda mi vida para este momento y estaba preparada para la batalla.
"¡No puede ser que por ser bueno te penalicen! ¡¿Por qué nos maltratan a los corazones puros?! Esto no tiene sentido". "¡Justicia!" -gritaba mi alma. Me enfadé, me enfadé mucho, y al cabo de poco, una voz poderosa comenzó a hablarme. Era yo, pero con una sabiduría que procedía del más elevado sentido común, del más penetrante amor. Le llamé Dios, y entonces registré aquellas conversaciones en un libro que titulé Corazones Puros Siempre Ganan, y que sería el primero de esta saga amorosa que comparto con la humanidad.
Lo titulé así, porque no tenía duda alguna, que al final de la película, siempre ganan los buenos.
Porque... aunque exista el mal, el BIEN es tremendamente MÁS PODEROSO.
Romi Roca. Ibiza, 22 abril de 2018
Me pegaron una bofetada desde los altos mundos celestiales para que parara, para que me centrara de una vez y... ¡vaya si me centré! Se produjo entonces una sensación amarga dentro de mí que me incomodaba profundamente. Estaba atrapada, paralizada, desencantada y tremendamente triste.
Me mandaron desde arriba una armadura de oro y una espada afilada, y me flipé en colores pensando que era una guerrera y debía salvar al mundo.
El mundo, en realidad, para cuando empecé a escribir, me daba exactamente igual. Lo que me obsesionaba era que la oscuridad me había robado a mi chocolatito, ¡y eso no lo iba a permitir! Comencé a luchar, comencé a escribir... Solo quería recuperar al amor de mi vida. Solo quería que aquella pesadilla terminara y que Aquiles se diera cuenta de todo.
"¡Despierta mi amor!" -le gritaba una y otra vez. Pero él seguía en estado de letargo, inconsciente, atrapado en el mundo material. "¡Despierta Aquiles! ¡te amo!" -le exclamaba constantemente en cada una de las palabras que escribía para él, pero de nada servía. No captaba mis mensajes, y si lo hacía, no realizaba ningún movimiento a nuestro favor.
Se produjo entonces un silencio penetrante en mi interior. Había perdido lo que hacía vibrar mi corazón, aquello que generaba en mí una pasión genuina y desbordante, que jamás antes había experimentado. Ahora... ya no tenía nada que perder. Ahora yo tampoco tendría piedad con los despiadados. Me había unido sin saber a un bando que desprendía luz y estaba en primera línea de combate. Quitarme a mi chocolatito era la gota que colmaba mi vaso. Me había transformado en una loca guerrera en medio del escenario de esta obra de teatro llamada vida, pidiendo justicia por mi y por todos mis compañeros. Lo que nadie sabía, es que me había estado entrenando durante toda mi vida para este momento y estaba preparada para la batalla.
"¡No puede ser que por ser bueno te penalicen! ¡¿Por qué nos maltratan a los corazones puros?! Esto no tiene sentido". "¡Justicia!" -gritaba mi alma. Me enfadé, me enfadé mucho, y al cabo de poco, una voz poderosa comenzó a hablarme. Era yo, pero con una sabiduría que procedía del más elevado sentido común, del más penetrante amor. Le llamé Dios, y entonces registré aquellas conversaciones en un libro que titulé Corazones Puros Siempre Ganan, y que sería el primero de esta saga amorosa que comparto con la humanidad.
Lo titulé así, porque no tenía duda alguna, que al final de la película, siempre ganan los buenos.
Porque... aunque exista el mal, el BIEN es tremendamente MÁS PODEROSO.
Romi Roca. Ibiza, 22 abril de 2018